DORMIR CONTIGO

Una habitación con el techo cubierto de estrellas . Dos personas en una cama. Un hombre y una mujer. Están acostados de lado pero mirándose de frente mientras fuera la noche va pasando. Y en ese momento igual ella se enamora.

Es muy posible que se sorprenda al darse cuenta y que para entonces a él le haya vencido el sueño. Las luces de las farolas que iluminan la calle mojada por la lluvia se cuelan en la habitación por la ventana. Y cuando murmurando algo él se da la vuelta ella sonríe y le abraza por la espalda, pegando la nariz a su nuca para olerle. No estaba en sus planes enamorarse, de hecho es que rehuía hacerlo y sin embargo allí estaba, pensando en lo maravilloso que era despertar oliendo a él, las ganas que le entraban de apagar el despertador para que no le despertase nunca más y quedarse para siempre allí, en la cama, tapados con el edredón de color rojo. Y con estos pensamientos se queda ella también dormida.

Más tarde se despierta con la postura totalmente cambiada. Ahora es ella la que duerme dándole la espalda pero con la pierna de él rodeándole la cadera. Cálida.
Falta poco más de hora y media para empezar el día. Fuera las farolas ya se han apagado y ha empezado a amanecer. Se recrea en el calor de la cama. Mientras, soñando, él le acaricia el pelo. 

Aunque quiere aprovechar el tiempo, disfrutar del momento no puede evitar dormirse de nuevo entre esa intimidad de palabras susurradas y caricias que recitan historias para no dejar de soñar.

No son buenas noches si no me las susurras tú