UN CUENTO PARA TI.

Me gusta pasear por la playa. Me calma. Me recarga la energía y me aclara las ideas.

En esas estaba hace unos días, paseando por una de las tantas playas bonitas que tiene Valencia. El sol aun no había salido del todo y la playa estaba desierta cuando le vi. Caminaba hacía mi con paso ligero y sonreía.

Al llegar a mi altura nuestras miradas se encontraron y no pude evitar pensar que tenía la sonrisa más bonita que había visto jamás (y digo esto sabiendo lo corta que me quedo). Nos cruzamos sin dirigirnos ni una palabra. Continué mi camino unos pasos más pero de pronto me di la vuelta y caminé hacía él hasta ponerme a su altura.

Caminé a su lado un rato sin decir nada, el me miró con sus impresionantes ojos claros y me sonrió sin dejar de andar.

Llevada no sé porqué impulso le tomé de la mano y en ese momento él dejó de andar. Estaba segura de que iba a rechazarme pero no fue así y entonces… ocurrió algo extraño:  nos pusimos a hablar sin palabras, sin abrir la boca, solo mirándonos.

Me contó que todos los días paseaba con su bici por el paseo marítimo, que la playa le gustaba mucho más cuando no había nadie. Me dijo que le gustaba escribir y que tenía un blog, que le apasionaba la fotografía pero que lo que más le gustaba era hacer sonreír a las personas que le rodeaban, que por lo menos en su presencia fueran felices. En ese momento me di cuenta de que le sonreía.

Le pregunté cómo era posible que estuviésemos hablando así, sin abrir la boca y me explicó que lo estábamos haciendo con el corazón.

“¿Con el corazón?” pensé mientras rezaba mentalmente para que no fuese capaz de oír lo fuerte que latía el mío.

¿Qué cómo se llamaba? Javi. Y era tan increíblemente maravilloso que desde que cogí su mano por primera vez supe que no iba a querer soltarla nunca… del mismo modo que sé que nunca olvidaré esa sonrisa y que la veré allá donde mire, esté sonde esté.


julio del 2012